Te encuentro de nuevo, sin encontrarte, porque esa es nuestra danza de siempre. Almas que se miran, se reconocen, se tocan, se pertenecen, condenadas a penar ausencias milenarias.
Intentan, casi siempre escapar... limitar las letras al suspiro de reproches de dolor que surge en vano. Porque hoy comprendo que todo nuestro pasado, todas esas eras perdidas, no pudieron definirse de otra manera, para que hoy, aquí y ahora, te sientes conmigo a tomarnos un café, a pesar de la distancia.
No importan las fechas. El tiempo, en realidad, nunca existió.
De todos los días, hoy. Sin olvido.