Leerte en silencio a veces pareciera un juego,
una estrategia del cimbrar de los días.
No existen reproches,
ni tiempo,
ni luces que prender cuando el sol se ha retirado...
No esperas respuestas,
porque no las hubo cuando ante la tormenta suspiraste tu nombre.
Y sin embargo, leo la distancia,
adivino las letras que no escriben el ocaso,
adivino el hastío en el nombre silenciado.
El dolor de lo no dicho,
la aceptación de la corriente cotidiana...
Éramos perfectos... lo fuimos.
¿Qué nos paso?
Nada...
...éramos imaginarios...
nos desvanecimos.