LA 9a. SINFONÍA DE LUDWIG VAN BEETHOVEN (1824)
Ayer hacía yo mención de esta sinfonía cuando tocábamos el tema de las tonalidades menores, específicamente Re menor (Dm)
La obra es considerada por muchos la cumbre musical de Beethoven, del Romanticismo e incluso de la Música. Ha sido tomada como el Himno de la Unión Europea y se ha escuchado infinidad de veces en todas partes del mundo por ya casi 2 siglos. Todos la hemos esuchado y disfrutado... menos Ludwig, quien la concluyó tres años antes de su muerte, en 1824, cuando su sordera era casi absoluta. En el texto del último movimiento, del escritor también alemán, Friedrich Schiller, Beethoven vio un reflejo de sus propias ideas filosóficas y políticas. El estreno de esta partitura se llevó a cabo en Viena el 7 de mayo de 1824.
El manuscrito original ha sido considerado por la ONU como patrimonio cultural de la humanidad.
La sinfonía consta (a la manera tradicional) de 4 movimientos:
I. Allegro, ma non troppo, un poco maestoso.
II. Molto vivace – Presto – Molto Vivace.
III. Adagio molto e cantabile.
IV. Presto – Allegro assai – Presto.
El último movimiento es el que le da el nombre original a esta sinfonía, Coral, ya que es la primera vez en que las voces juegan un papel importantísimo en una sinfonía.
Como mencionaba líneas arriba, el texto de esta coral es de Schiller y por todos nosotros es conocida como "La Oda a la Alegría" (más adelante viene el texto)
Sin duda alguna, una obra maestra de la historia de la música.
A continuación comparto unas "Notas al Programa" escritas por Felipe de Jesús Gutiérrez.
Por el dolor a la alegría.
Para el joven Ludwig, eternos fueron los diez días de viaje desde Viena a la ciudad de Bonn. Visiblemente angustiado, precipitadamente regresaba a casa por petición de su padre, quien en una carta le notifica de la frágil salud de su madre.
A su llegada la encontró moribunda por causa de la tuberculosis, a sus hermanos menores abandonados, y a su padre derrotado e inmerso en el alcohol. Poco tiempo duró la agonía de Katerina, quien se despidió de Ludwig el 17 de julio de 1787; desde ese momento el joven Beethoven de 17 años, se convertía en el único sostén económico y moral de la familia.
El estado emocional de Beethoven después del fallecimiento de su madre, afectó notablemente su producción artística. Se alejó de la sociedad, su caminar se volvió vago y taciturno, apenas en su memoria aparecía el recuerdo de la intensa actividad musical de Viena, que tanto lo entusiasmó en su corta estancia por la ciudad de la música; también poco le importaba el efímero y único encuentro con Mozart, o tal vez nunca le importó.
Aparentemente caminando sin rumbo, en el noble espíritu de Beethoven se maduraban los apasionados conceptos musicales del romanticismo, avivados fuertemente por los ideales de la Revolución Francesa.
Los primeros esbozos de este nuevo lenguaje compositivo se manifestarían en 1790, cuando a Beethoven le fueron encargadas dos cantatas. Una, en honor de José II de Austria recientemente muerto y otra, para Leopoldo II su sucesor.
En la primera cantata, se revelan los primeros intentos de Beethoven por musicalizar la poesía de Schiller, la consumación de este ideal se cristalizaría treinta y cuatro años después en su novena sinfonía.
En este periodo son ya totalmente inútiles las trompetillas y demás artefactos de los que se valía Beethoven para lograr escuchar aunque fuera solo un poco, el cruel silencio es total e inicia el uso de un cuaderno para lograr comunicarse, sobre su primera página escribe estoy “sin amigos, me he quedado solo”.
De nuevo al igual que en su juventud, Beethoven se aparta del mundo que piensa que el sordo de Bonn está acabado; deambula solitario y abstraído en sus ideas, confundido con un vagabundo es detenido por la policía. Dentro de esa miseria económica y de salud, Beethoven recopilaba y ordenaba sus ideas musicales de toda la vida. La gestación de la novena sinfonía estaba en camino, la floración fue lenta y dolorosa. Para 1923, los tres primeros movimientos estaban terminados, el fin estaba cerca e imaginaba poder
trabajar en la décima sinfonía que hermanaría a las voces humanas con la orquesta, pero el destino al que gallardamente siempre enfrentó, le tenía reservada una nueva tragedia, personificada en una agresiva conjuntivitis, que lo dejó ciego durante varias semanas.
Beethoven, tristemente se encuentra olvidado, pobre, viejo, sordo y ciego, totalmente incomunicado, con las puertas y ventanas del alma cerradas. En ese retiro del mundo material, sus ojos son iluminados por el resplandor del ardiente misticismo de su alma, sus oídos arrullados por el latir de su inmenso corazón, que como reconfortante bálsamo suavemente le canta la obra que le sedujo durante toda su vida: la oda a la alegría, transcrita de su espíritu a la partitura del cuarto movimiento de la novena sinfonía.
Transformado en un nuevo Prometeo, Beethoven en medio de su dolor regala a la humanidad el fuego nuevo de la alegría para que toda ella hermanada se una en un solo abrazo.
La novena sinfonía está dedicada a Federico Guillermo III, Rey de Prusia, fue estrenada el 7 de mayo de 1824, en la ciudad de Viena.
Esta sinfonía, es la más densa y difícil de Beethoven. Fue recibida cálidamente por el público vienés que al finalizar la obra incansablemente aplaudía rindiendo tributo a su compositor, quien paradójicamente fue el único en la sala que no escuchó la obra, inmóvil permanecía sentado en una silla al lado del director de la orquesta con la mirada clavada en la partitura, Beethoven fue levantado por la mano de la señora Sontag, contralto solista, para que recibiera el reconocimiento de su público, quien también intuía que era un aplauso de despedida para el querido maestro.
La obra sinfónica de Beethoven puede dividirse en tres periodos: El primero, comprende sus dos primeras sinfonías; el segundo: de la tercera a la octava; el tercero lo llena completamente la novena. Separada por doce años de la octava y unida al oratorio, la novena sinfonía se eleva como una colosal continuación de la quinta, las únicas escritas en tono menor. En la quinta el destino toca a la puerta del hombre, en la novena es el
hombre quien golpea las puertas del destino.
I. Allegro, ma non troppo, un poco maestoso.
Como un murmullo apenas perceptible y dentro de una ambigüedad tonal, violines primeros, violas y contrabajos, dibujan entrecortadamente la figura temática del primer tema. Súbitamente, en el decimoséptimo compás aparece el tema A definiendo la tonalidad en un arpegio descendente de re menor; poderoso y avasallador provoca la liberación de acordes de una extraordinaria energía. Repetición del mismo esquema y presentación del tema B lleno de esperanza. Seguido éste, por una infinidad de nuevos motivos en contrastantes cambios de tonalidad. La segunda parte del tema B, lo encontramos en el adagio molto de su segunda sinfonía Op. 36; Así como la segunda parte del tema B de la novena en el primero del allegro con brio, de la misma segunda sinfonía. Nueva aparición del arpegio, anunciando el inicio del desarrollo, precisamente con la segunda parte del tema B; conduciendo a la orquesta en un descomunal desarrollo fugado dentro de una tempestuosa dinámica de fortísimo, que desemboca en la impresionante re exposición. La Coda parte de un obstinado dibujo cromático de las cuerdas bajas. Sobre de ellas, se eleva el canto heroico en la voz de los cornos y trompetas. Tema continuado por oboes y clarinetes; el timbal incansable conduce a la orquesta a un sonoro crescendo, en donde en medio del aluvión sonoro, se encumbra la figura del indomable héroe en su perpetua querella contra el destino.
II. Molto vivace – Presto – Molto Vivace.
Este tremendo Scherzo de ritmo incisivo y violenta fuerza, parte de una célula rítmica dulce e ingenua que procede del canto de la codorniz, en el diálogo con el ruiseñor y el cu-cú, del final del segundo movimiento (andante molto mosso) de la sexta sinfonía Op. 68.
Beethoven en su obra orquestal siempre administró la percusión de forma discreta; en esta su novena sinfonía, siempre está presente como la gran fuerza motriz del ritmo. En este Scherzo, el timbal adquiere un enérgico e incansable papel de solista.
Con una brevísima introducción, desnudo sin ningún apoyo armónico, aparece el motivo rítmico en grandes saltos descendentes.
Sin más preámbulo, inicia la fantástica fuga por la familia de las cuerdas, acentuada cada entrada por la incorporación de la familia de las maderas, quienes se unen para dar vida a un ente musical sólido y amenazante que gana fuerza alimentado por la incorporación de cada uno de los instrumentos en la frenética fuga.
Parece que nada puede detener la perversa danza del ente sonoro que se
alimenta de sí mismo. Inesperadamente, surge una modulación que nos lleva a
la optimista tonalidad de Re Mayor. De nuevo viene a la memoria la sexta
sinfonía. Con este tema pastoril en las maderas, se conforma la breve primera
sección del trio. En su segunda sección, aparece en las cuerdas, el esbozo del noble tema de la alegría, retomado por los cornos acompañados con alegre contrapunto de las cuerdas. Ahora, una variación del tema por el oboe con contrapunto de los cornos, repetición de toda la idea musical.
Brevemente se diluye el trio, modulando a la tonalidad menor y enlazando nuevamente con la introducción. La repentina re exposición del Scherzo, sin perder su constante ritmo, une a la coda; En la que aparece el primer tema del Trio inesperadamente cegado por un compás de silencio, continuado con el tajante final del Scherzo convertido en genial obra maestra.
III. Adagio molto e cantabile.
Humanidad y naturaleza conforman el binomio que motivó gran parte de la obra de Beethoven, quien veía en cada árbol una manifestación de amor del creador; apenas llegada la primavera Beethoven se perdía en el campo y no regresaba hasta bien entrado el otoño, fundando en él su hogar, su refugio y su estudio de composición.
En este tercer movimiento sublimemente se entrelazan de igual manera los sentimientos apasionadamente humanos, expresados en los tiempos lentos de sus sonatas para piano e incorporados a la contemplativa atmósfera pastoril de la sexta sinfonía.
En esta sinfonía, Beethoven muestra de nuevo su amor por el campo y la naturaleza que llena su espíritu campirano, tatuado hondamente en su apellido, cuyo significado es, campo de betabeles.
IV. Presto – Allegro assai – Presto.
“Armonía, verdad, orden, belleza perfección, me dan alegría porque me transportan al estado activo del autor y poseedor, porque me revelan la presencia de un ser sensible y razonable, y me hacen sentir mi parentesco con él. Hacednos concebir la perfección, y ella se hace nuestra. Hacednos comulgar con la alta unidad idealista, y nos ligaremos los unos a los otros, con amor fraternal. Hacednos plantar alegría y belleza, y cosecharemos belleza y alegría. Nada más sublime que todo eso en la alegría, a manera de una reconquista del paraíso ya perdido”. Friedrich von Schiller (1759-1805).
Contrario al primer movimiento estructurado en una impecable forma sonata, la fisonomía de este último movimiento es muy libre, conformado con temas nuevos y otros nteriormente ya expuestos, enlazados casi como una fantasía. La transitoria introducción de duro y violento perfil es interrumpida por los intercalados recitativos al unísono de violoncellos y contrabajos, recuerdo del tema del primer movimiento. Nuevo recitativo, recuerdo del Scherzo; nuevo recitativo, pues las propuestas temáticas, expuestas por la orquesta parecen no convencer a los bajos y violoncellos.
Aparición del tema de la alegría. Ahora si convencidas por el nuevo tema, las cuerdas graves cantan la oda a la alegría; la idea musical de este inicio posteriormente será revelada por el barítono. A continuación, se van incorporando las demás miembros de las cuerdas; cada uno después de hacer suyo el tema, acompañan a la melodía con un bello contrapunto. Las cuatro
voces de las cuerdas representan a la humanidad reuniéndose desde los cuatro puntos cardinales para fraternalmente entonar la oda a la alegría, jubilosamente toda la orquesta se une al majestuoso y emotivo canto.
Súbitamente, una descarga de sonido expone de nuevo la introducción. El barítono emulando el recitativo de bajos y violoncellos, casi habla un texto escrito por Beethoven, en respuesta a la agria propuesta temática de la orquesta: amigos, no más de estos sonidos, entonemos cantos más agradables, cantos llenos de alegría.
Barítono: ¡alegría!
Coro: ¡alegría!
Barítono: Alegría, luz divina, del Elíseo dulce lar, inflamados lleguemos diosa, a
tu celeste altar. Une otra vez con tu encanto a quienes separó la adversidad,
fraterniza el orbe entero de tus alas el calor.
El coro ahora repite las últimas cuatro líneas de la estrofa. A partir de este momento, Beethoven se toma algunas libertades en cuanto a la métrica y sentido del poema, reafirmando el espíritu fraternal del canto.
La segunda estrofa es cantada por los solistas:
A quien el azar ha dado verdadera amistad, quien consorte dulce halla,
encuentra sin par felicidad. En la redondez terrena suya su alma invoca, a
quien no le fuera dado, se sumiría en pesar.
De nuevo el coro repite a manera de estribillo la segunda mitad de la estrofa.
La tercera estrofa es cantada por los solistas.
Alegría beben todos los seres de los senos de la naturaleza, todos buenos y
malos siguen su florida vía, ella nos regala los besos, la vid y un amigo fiel
hasta la muerte. El placer ha sido concedido tanto al gusano como al querubín
que se encuentra ante Dios.El coro repite la segunda parte de la estrofa, incisivamente acentúa la última frase.
Allegro vivace alla Marcia. La música turca conocida como el ensamble de bombo y platillo hace su aparición al igual que el flautín en esta inesperada marcha, el tenor alza su canto en contrapunto con la melodía del flautín y las maderas, apoyado rítmicamente por el fagot y contrafagot.
Tenor: Alegres, se desplazan los astros de Dios por la hermosa bóveda
celeste, sigan hermanos vuestro camino y como héroes disfruten de la dicha
del triunfo y de la felicidad.
A este imprevisto episodio, sigue un intrincado fugato orquestal al que se le ha dado el simbolismo, de la lucha del amor y la alegría en contra del odio y el egoísmo. Resuelta ésta lucha, victoriosos el amor y la alegría, son majestuosamente celebrados por el coro cantando toda la primera estrofa de la oda, acompañada por un virtuoso ritmo de tresillos, ejecutados por toda la cuerda.
Al finalizar, se entona el canto testimonial de la fe en Dios.
Andante maestoso:
Coro: Os abrazo millones de seres, beso a la humanidad entera, Padre brinda
tu celestial bondad a tus hijos, que juntos se postran ante ti, el creador eterno.
Hermanos sobre la estrellada bóveda celeste mora un Padre amante.
De regreso a la radiante tonalidad de Re Mayor, las sopranos inician una difícil fuga coral con el texto de la primera estrofa, mientras las contraltos entonan la última estrofa. Terminada la intervención del coro, el cuarteto de voces solistas se enfrenta a un difícil trabajo contrapuntístico de cambiantes tonalidades y de riesgosas alturas. Una vez superado, la orquesta enfila a un vertiginoso y alegre Prestissimo; a cargo del coro que incesantemente canta:
¡Os abrazo, beso a la humanidad entera, alegría luz divina!
La orquesta a pleno y con brillantes destellos de platillos, flautín y metales coronan el momento.
Incesante el timbal, marca el ritmo final sobre el cual las maderas elevan al
cielo una escala ascendente, con la que finaliza la sinfonía y la obra orquestal
de Ludwig van Beethoven.
A continuación sugiero una versión que si bien no es la más "perfecta", si es muy impresionante por la cantidad de músicos y sobre todo coros que la interpretan. Espero sea de su agrado.