Nos teníamos tan callados los olvidos, que el día que nos los dijimos no parecían verdaderos.
Narraban una historia que no nos pertenecía. Que reflejaba agujeros de pensamiento, de ideas, de expectativas.
- Eres experta en decir adiós.- Te burlaste tristemente. Tu tristeza era estacional, pero en realidad eras feliz. Tenías una fantástica novia nueva, muchas admiradoras, y pasabas por un prolífico momento de éxtasis literario. Todo iba bien para ti.
De la misma manera, todo en ti ahora me parecía una triste mofa. ¿Cómo te atrevías a no ser al menos, un poquito miserable por haberme perdido?
El drama del encuentro era doloroso. Me habías recibido feliz, cariñoso, libre y sin máscaras. Pero fue sólo un parpadeo, hasta que te cayó el veinte que era yo. Entonces vino el sabor amargo. Ese desagradable vestigio del sabor de un recuerdo trágico.
Volvió la pesadilla oscura que dejaron todos nuestros besos frustrados, la distancia y los sueños de lo que nunca fue. Quedó el monstruo de lo que ya no pudimos ser más.
- Perdona que no preste atención... me dijiste en medio de la tormenta. ¿Sabes que murió Marquez?
Y mi mente entonces viajó a Macondo. Era un noticia devastadora. La muerte de un genio siempre deja un mundo mucho más gris y vacío.
"Hoy también hace muchos años, murió Sor Juana", te dije, sin decir. - "Ella también, lo cambió todo."
Y pensé en la Hojarasca, y mi viaje con el Gabo. Viaje que reconozco, fue mucho más accidentado de lo necesario. Viaje que todo el que se precia de disfrutar la lectura, ha hecho de distinta manera, generalmente, de manera muy personal.
- Mi madre me ha nombrado en honor a él. - Me dices con una voz quebrada. No encuentro en mi ser nada más que empatía. Te acaban de avisar de la muerte de un amigo querido, de un hermano, de tu padre, de tu hijo. Como amante y estudioso de la literatura y como habitante del mundo el hoy queda más vacío y más triste sin un Gabo de letra absoluta, tenaz e ingeniosa.
Y yo quiero abrazarte. Pero ya no hacemos eso. Y no es sólo el Premio Nobel de Literatura el que muere. Morimos tú y yo. Y cualquier pasado que nos haya enlazado. Mi tragedia es mucho más personal que la tuya. Gabo te duele mucho más que yo, infinitamente más. Eso le agrega un tinte todavía más masoquista a continuar con la conversación.
- Habían sacado de circulación de algunas cadenas su nuevo libro, ahora se venderá como pan caliente.- Fue lo único que atiné a decirte. Era completamente inapropiado. Yo lo sabía. Tenía, era necesario, darte mi rostro más frío.
El superficial, el apático, el comercial.
Por el que no dabas ni un comino. Si iba a saltar al vacío de tu indiferencia, lo iba a hacer en grande y con conciencia propia, no esforzándome para que me reconocieras tuya.
Así que obvié tu dolor. Y continué el monólogo. No te interesaba lo que habría de decirte, y en realidad, no esperaba mucho de ti tras decir lo que pensaba. Es más... tanto esperé este encuentro que cuando llegó, ya no disponía de muchas razones o explicaciones que dar o recibir. Quería terminarlo todo y desaparecer.
Ya había dicho lo que necesitaba que escucharas: me valen una mierda poética tus lagrimones por un tipo al que ni conociste, al que ni en sueño te parecerás...
Yo, claro, no quería decirte eso. Yo quería decirte que, como siempre sentía en tu piel, igual que tú sentías. Y mis lágrimas de nuevo, eran las tuyas. Quería decirte que no me parecía casualidad que tu madre hubiera honrado al colombiano nombrándote como a él. y que quizás con eso, te había marcado. Que en ti percibía esas letras que reconocía inmortales...
Pero no lo dije. Mi opinión no valía de mucho, de todas formas.
El Gabo me dolía. Más, por todas esas historias que nunca escribió.
Y así también, me despedí. Te dejé rumiar tu duelo, y me fui a vivir el mío.
Cada quien se despide de sus genios a su manera.
Siempre me dolerán nuestras historias, ésas, que en mí ya nunca escribiras.
@AlasEnVuelo
dibujos cortesía de @HistCotidianas