…
La oscura y fría noche escenifica una de las mejores locuras
que jamás habían sucedido,
el constante sonido melodioso de las teclas asistía el
suceso, en silencio, oculto tras la vergüenza social que con ojos de verdugo buscaba una víctima inocente
por culpar…
La constante lectura de los sentidos ahí expuestos,
transformaban esa noche en un paraíso
pequeñito, diminuto, oculto, en silencio… inquietante… voraz…
dulce y feliz…
Por momentos la mirada se perdía en el claroscuro de esa habitación, extendiendo cual ansia reservada tu rostro hacia arriba, total,
pleno…y en esa bella formación tu cintura retraída cual dramático fuego
dominante del objeto del deseo...
Ni la más bella obra de Picasso, ni la más exquisita lectura
de Molliere tenían comparecencia alguna con esa sobria e inteligente osadía, valiente,
inocente y chispeante... como suelen ser las experiencias que nacen del atrevimiento circundante de la
entrega que sobre limita el afecto…
Te sonrío, y me
devuelves la sonrisa, señal inequívoca de una dulce sintonía que va más allá de
lo especial...