No sabían que existían, vivían sin saberse mitades. Tampoco conocían los signos de interrogación, todo terminaba en puntos y aparte.
La conciencia no era necesaria, la mentira tampoco. ¡¡Todo era tan normal!!
Pasó que en un cruce de palabras se chocaron y por el golpe despertaron, tuvieron que mirarse, disculparse el uno con el otro.
Esas miradas fueron más profundas que la voz, llegaron hasta donde tenían que llegar, hasta el fondo de esa mitad y en medio de la confusión el encastre fue perfecto.
Aparecieron las preguntas, los silencios y los puntos suspensivos para que el aparte no cortara el aire ni astillara la respiración hasta perderla por completo.
La razón se presentó con la conciencia, que estaban soldadas, nunca se habían percatado de la sombra que una proyectaba sobre la otra y se perdió cualquier normalidad.
Descubrieron que la naturalidad había perdido el juicio y que la serenidad se había transformado en un par de corazones acelerados.
Tal vez extravagantes, irregulares al tono con que se pinta el mundo, quizás un poco dementes para cualquier otro. Pudieron haberse inventado uno personal, pero lo intentaron mal y se derrumbó como uno construido con naipes y con pulso tembloroso.
Así vagan ahora, saben que existen, se saben mitades, conocen las preguntas y algunas respuestas, otras las suponen. Siguen escondidos de los puntos y aparte, mintiéndose a veces, enfrentándose otras. Pero despiertos, aún mirándose hasta el fondo, hasta la raíz.
Y es que desperté perdida en tus pestañas, en la comisura de una media sonrisa tatuada en mis ojos.
@Dibujauncorazon