Las migajas de vida que nos dejan los hijos
después de remontar su vuelo a otros
destinos,
las astillas que quedan de recuerdos de
infancia…
imágenes, instantes, de alegría milagrosa
alimentan y encienden la fogata en el alma
que una mamá conserva como el mayor tesoro…
y si su voz nos llega de infinita distancia
o su abrazo y sus besos en papel o en
pantalla,
o un detalle, una letra, un dibujo, un te quiero
y el tiempo de la ausencia se borra como
magia…
Una vez en un año… o una vez cada día
las “gracias” de los hijos nos vuelan de
alegría:
¡ No necesitas más para seguir viviendo
aunque seas nada más un recuerdo en su vida!
Marimari
Isa Márquez