Hora de irse a la cama.
Casi como toda noche, abandonar el sillón
preferido frente a la tv, soltar el control remoto, asegurar puertas, apagar
toda luz, portar celular e inalámbrico, dejar ropa y demás, para finalmente
lavar dentadura y prepararse para dormir.
Algo falta, algo no checa, ah, ya sé, la
limpieza de mi prótesis dental.
Suena en mi cabeza la primer alarma, es raro que el ritual de
casitodaslasnoches no se haya cumplido.
Busco muy concentrado en que parte de la
recámara la he dejado por descuido. Nada.
Regreso esperanzado a la estancia
anterior, prendo luces y busco y rebusco hasta en los rincones cercanos a mi
asentadero, pensando en que sin querer se deslizó hacia algún escondrijo por
algún movimiento acostumbrado. Siempre descanso de la postiza cuando ya no la
usaré en lo que espero el noticiero de las 9 pm, al disfrute de mi buena copa
de vino tinto mexicano. No la encuentro. Para esto, tu ya extrañado del
movimiento extra no acostumbrado, has dejado tu cama y estás atento para saber
si es que te va a tocar salida extra a husmear por la banqueta.
Comienzo a sentir angustia de no
localizar la importante pieza a como acostumbro a siempre dejarla en el mismo
lugar de espera, antes de su baño final y guardarla en su estuche para quedar
lista para la mañana siguiente. Algo me sigue inquietando.
Sigo mi búsqueda en reversa por los
últimos sitios acostumbrados a pasar, aumentando por no dejar, la revisión en
mas rincones por aquello de algún descuido que se nos provocan durante las lagunas
mentales por la ociosidad. Bueno, hasta en los basureros tuve que auscultar
ante el riesgo de un descuido capital. Nada.
Aun tenía fresco el incidente hacía pocas
semanas, de no localizar mi tarjetero, licencia y credenciales de identificación, que por pánico elemental,
y luego de fracasar en 2 o mas intentos de localizarlos, repitiendo también la
rutina diaria de su manejo, porte y guarda, me autoconvencí de que me los habían
robado sin darme cuenta, y lo peor, no haber sentido siquiera algo extraño para
extraerlos de la bolsa trasera de mi pantalón, donde invariablemente los cargo.
En la desesperación, de inmediato llamé para cancelar las cuentas de las
tarjetas, acudí al día siguiente al banco a reponer la de débito para poder
sacar billetes y seguiría el reponer la recién renovada licencia de manejo. Me
encontraba abatido. Me extrañó que en consulta inmediata electrónica, en ninguna
de las cuentas habían ocurrido disposiciones fraudulentas, y tenía que esperar
hasta el siguiente lunes para acudir a las oficinas de tránsito.
Efectivamente, no se habían extraviado ni
me las habían robado. En mi repaso mental para poder encontrar algún momento de
perderlas, no consideré buscar en la bolsa trasera del pantalón que
ocasionalmente utilizo para caminar cuando no puedo realizar la jugada casi
diaria del tenis. Costo del
olvido: las comisiones bancarias por reposición, la espera de la entrega de las
nuevas tarjetas, y la cruda mental de no recordar buscar en la muda de ropa
para el ejercicio del día anterior al “robo”.
En estos momentos de apuro por los
dientes, hasta recé por que algo similar estuviera ocurriendo, pero luego de
hasta 3 intentos completos, me vencí y derrotado cavilé en el sillón frente a
la tv. Alcé mi vista y tenía como siempre, al frente tu mirada con los ojos
listos para adivinar cual es mi siguiente movimiento. Mirada de estar atento a
la menor orden o comentario que ambos sabemos entiendes y contestas con solo
levantarte.
Me dije, pa la madre!!!, se los tragó!!!.
No había de otra, tú en tu perruna hambruna acostumbrada, te los habías
tragado, quizá aprovechando alguna de mis paradas y lograste tomarlas de la
mesita en que siempre ves que los pongo mientras nos retiramos a dormir.
Me dije, por alarma triple AAA, mañana se
cancela tu salida a tus necesidades y estaré atento a ver si los zurras y en
que calidad de daño habrán quedado al sufrir el embate de tu estómago y tripas.
La otra, es que en breve los vomites y de servir aún, pues a desinfectarlos con
no se cuantos procedimientos caseros y lavarlos para probar si todavía sirven.
Ay!!!! Como te odié y repudié el haberte dado hospitalidad durante los 7 años
transcurridos desde que naciste.
Siempre con todos los que platicamos sobre
ti, les he comentado que he admirado tu capacidad para no enfermarte viendo y
sabiendo la clase de cosas que te tragas. Pocas veces te hemos visto vomitar y
de plano es por que te has tragado lagartija o plantas que te causan reacción. Contigo me convenzo que eres
descendiente de los osos, pues lo mismo comes insectos, papel, forros de tela, plásticos,
servilletas y lo que se mueva.
Ha sido espectacular ver tu velocidad con
la que te haces de lo que se nos cae al comer o al preparar los alimentos o
bebidas. Hasta pareciera que no te damos tus 2 dosis diarias de croquetas. No escuchas ni reaccionas cuando
percibes alimento al alcance. Menos mal que por raza, solo pesas 12 kilos y
tienes altura no mayor a los 35 centímetros. ¡¡Como me haces exponer mis dedos
cuando te obligo a abrir el hocico y no tragarte otra porquería mas!!.
Pues fatal, tuve que resignarme de verte
tan tranquilo y volvimos cada quien a su cama.
Te habrás dado cuenta que no pude dormir
lo que se conoce como quedarse quieto roncando. Me asaltaron los adelantos de
todo lo que tenía que volver a pasar para reponer los dientes. Recordar que son
varias semanas para lograr cita y acudir al dentista a la toma inicial, las
pruebas y parte final. Todo ese tiempo sin poder masticar y comer solamente
cosas blandas y aguantar los esfuerzos con la pura encía bien calva.
Volver a pagar una buena lana tan escasa
y de nuevo a mantenerse mucho en privado y en silencio, con tal de no tener que
volver a contestar que estaba en mantenimiento bucal. Sí, ya lo sé, es volver a
circular en mi estampa de adulto avanzado por lo chimuelo.
Además, en mi mal sueño, no encontraba la
mejor forma de reportar el incidente a mi dentista, escuchar sus carcajadas y
tener que explicarle de mis mañas diarias hasta la guarda de la pieza. Creo que
aún no me queda excusar que de seguro los tiré a la basura envueltos en la
servilleta en la que normalmente las abuelitas los guardan en sus batas. Me
faltan pocos años para eso.
En fin, a mi mal dormir se le acumuló el
paso de la tormenta entre lluvia fuerte, relámpagos y truenos y casi brinco de
la cama cuando te oí en intentos de vomitar. Abrí de prisa mi cuarto y corrí a
verte pues confiaba en que con tu vomitada, recuperaba mis dientes, mi dinero
por gastar y ahorrarme la “científica” explicación del incidente. Nada, falsa
alarma.
Otra vez en el mal dormir, caí en cuenta
de que a lo mejor lejos de zurrar, te taparías de las tripas y entonces,
tendría que llevarte rápidamente al veterinario, tu odiado lugar, y explicar,
si contras!!!, tener que confesar mis hábitos a otro doctor, con tal de que te
saquen radiografía y que me muestren lo que queda de mi prótesis bucal.
Carajo, necesariamente habrá operación,
mas gastos, y me vino al recuerdo, la soba que nos llevamos por tu anterior
operación, los cuidados y revisitas a consulta hasta que te dieran de alta. Más
costos y molestias que no me permitían capturar sueño.
Total que yo ni dormir y tu sin vomitar.
De madrugada decidí preparar todo para vigilar en tu salida a la necesidad
tradicional de los del mundo animal, y fue cuando me dije a tratar otra vez de
buscar, quizá con luz natural vea lo que no logro encontrar.
Mi sentido tradicional, debe ser el
común, me hizo agacharme para ver atrás de mi sillón favorito, debajo de otro
gran sofá, y vi lo mas preciado que en esos momentos pudiera yo agarrar. Mis
dientes. Intactos!!!!!!
Eso es lo que me motivó a darte el mas
grande de los apapachos que me has recibido desde que de cachorro acostumbraba
a brindarte para compensar la alegría de tu compañía.
Así de que, siento mucho haberte cargado
la autoría de mi falsa desgracia y atreverme a programar aunque fuera mental,
los pasos para hasta abrirte y que recuperara mi dentadura.
Junio 8 de 2012.