... en la lejanía. Escuchabas la tormenta.
Realmente
no sabías la razón. Tu camino no lo guiaba nadie, pero tu paso era decidido y
seguro.
¿La certeza? En tu corazón la certeza te desgarraba...
pero tus actos no los guiaba nada, ni nadie, solo aquella seguridad.
¿El
sentimiento? parte del todo, de la nada. La vida hecha, con el rumbo definido.
Otros valores. Más allá... el salvaje deseo y un amor... un amor condenado a no
ser.
No te lo esperabas. Tocó a tu puerta sin avisar. Tú y
ella, los dos, de entrada lo definieron. Seamos amigos, nada que ver. Y así de
acuerdo, comenzó la tormenta.
Pasión desbocada, natural e inconsciente, más
veloz que los sueños y el pensamiento. Y se amaron... a cada nota, a cada
palabra, a cada silencio. Se amaron sin tocarse, con temor a conocerse... se
amaron al hablarse, al mirarse... y sí.... se besaron. Una sola vez, en un
arranque que no pudieron evitar. Se besaron y huyeron. Creyendo que podrían
huir.
Ese beso los cazó, persiguió sus noches, azuzó el deseo, los revolcó en
la ira, en la culpabilidad, en una triste melancolía de la que es difícil
escapar. De ese beso, partió la certeza... no podrían verse más. Ya no... debían alejarse y olvidar.
Y así fue... inesperado, con mucha fuerza de voluntad,
con la esperanza a cada instante de volver a verla, y escuchar su nombre, y
vibrar su risa y alimentar su aliento y pasar el día entero solo en su latido,
en su respiración...
Habrías dado la vida por estar con ella, un instante. Por
tomarla en tus brazos y reclamar lo tuyo, y expresarle esta magia... hacer el
amor con ella hubiera sido... el único pecado imperdonable, el del jamás...
¿La amas? ¿Si? ¿No? No lo sabes.
¿La olvidarás? Con toda certeza, harás lo que
puedas... ella no existe, es solo el resultado de tu imaginación...
Es cuando despiertas, amaneces al lado de tu esposa.
Ella te sonríe y besa tus labios saludándote.
-Vamos, amor. Se te hará tarde para desayunar...
Empieza el día, los niños arreglándose para ir a la
escuela. Sonríes con melancolía... esta es tu vida. Y la certeza te invade de
nuevo, mientras tu alma me olvida y tu corazón se despide.
Tu cabeza se
convence: Fui solo un sueño.
Por alguna razón, la tristeza del siempre me invade...
y mi corazón se estremece, con el tuyo... lejos ya.
Talvez nos encontremos, alguna vez, en otra vida, o en
sueños... Hay cosas que simplemente no pueden evitarse.
De eso tengo la certeza...