La copa de vino

La cosa es, cuando puedes tenerlo todo y a todos... lo único que calcina el alma de deseo, es aquello que te es prohibido. Aquello, que aunque tuyo, jamás te pertenecerá realmente.

Así era él para mí. No porque alguien me lo prohibiera... él prefería no creer en el destino, yo tenía claro que la decisión es más poderosa... y todo sentido común nos mantenía separados.

Como escritor hábil, quien quiera que dibujara nuestros caminos, se ensañaba en no sernos. 





Era eso... o él, o ella, o los ellos y las ellas que ni siquiera eran parte de la historia,  los que nos limitaban...






 Los pasados atropellados, los presentes inhertes, los futuros difuminados en simples ideas...



El -casi mío- de las pesadillas. 
Él me amaba igual que yo, eso era inevitable.
Pero también la cercanía era imposible. el alejamiento artero, absoluto e indeleble. 
Nos condenamos los dos a penar separados por decisión de vida. 
Nuestras historias no eran complementarias... siempre reflejaron desencuentros. Nos esforzamos en deshacernos tantas veces...




En el vacío del siempre, todo el resto del mundo podía arrodillarse ante mi. En ironía absoluta, eso sucede. es como llenar una copa con una grieta en el fondo... jamás se llenará... jamás será suficiente.




Tu corazón y el mío marcados con la misma grieta, donde lo único que anhelamos nos es negado, y apuramos el vino ávidamente, esperando existirlo.





¿No lo ves? Un corazón roto no sabe contener el amor, es un vino que se cuela en las grietas del cristal... que no se puede detener...