Fragmentos Imaginarios del Alma que Perdí




Me prometi como muchas veces callar. Cerré los ojos y las gotas de agua cayeron juguetonas sobre mí. No eran lágrimas, ni baños de luz, como otras veces, eran letras que me susurraban al oído. Pensamientos difusos.
¿Cómo escribirlos ahora?  No hay papel, ni pluma, ni artilugio tecnológico que me permita escribir en el agua lo que las voces me decían, sin parar.



Recuerdos ajenos de aquellos bosques de embrujo, donde las almas se quebraron y empezaron a crecer ajenas a sus propios pedazos... todo, quizás, empezó allí.

O empezó el día  que te leí por primera vez... no sé decirlo. No podría ponerle nombre. No tiene sentido. Pasó lo que siempre pasa con los trozos de alma que se encuentran, se sienten por primera vez completos, sin heridas ni marcas, ni parches confusos o vacíos diletantes. Se sonríen, se embelesan, se aman, arden en los volcanes, y provocan violentas colisiones en los universos... rara vez la realidad tolera tales pasiones, y esta vez no fue la excepción.



En algún rincón de tu planeta, existían tiempos pasados y una ella. Arraigado más a su historia que a tu futuro, te costó soltarla, pero ella te amaba, y no te dejaría libre sin lucharte. Te conocía bien. Así que usó el arma que sabía sería certera y te arrastraría hacia ella, asi, culpable y con temor a los siempres.
¡Ah...! ¡cómo detesto a los suicidas! Maldito egoísmo supremo.  Manipulación absoluta en grados extremos, aún cuando no lo logran, sacuden a los amados, y ellos, no toleran la idea de ser los que le ponen fin a sus historias.
Ellos, los suicidas, todos, son los enemigos de mi historia. Y ella supo sucederte en ellos, y burlar la muerte, pero el daño estaba hecho. Nos perdimos para siempre.


Quedaste sin sentido por algunas eternidades, y la magia se deshizo. Cedió a la razón: te explicaste mil veces, racionalmente, que la querías, que no tolerarías su muerte, que se merecían otra oportunidad. Bloqueaste cualquier llamado del alma y de otras vidas.  Lloraste sin lágrimas, y sin remordimientos, convencido que "era lo mejor", así, como témpano de hielo, me dijiste adiós para siempre.



No puedo decir que me sorprendió. Lo vi claro desde que te vi angustiado porque ella estaba en el hospital. Era tan fácil adivinar el final de esa historia.

 Ahora en la calma,  me pregunto el porqué en las eras, encontrarse así y disolverse, sólo para saber que existes allí, en un lugar lejano al que nunca llegaré. 

Quizás... siempre fuiste imaginario... y sigo evocando sólo al eco de un recuerdo de otras vidas.