LA DESPEDIDA

La mirada era tenue, casi recordaba al primer parpadeo de la mañana. Yo, claro, la respondía. La vida a veces tiene una forma tierna de decirnos las cosas, a veces es brutal. Uno despierta todos los días pensando que la vida es igual y la cotidianeidad no parece querer contradecirnos, hasta que, inevitablemente algo pasa. Algo pasa que nos quiebra todo, que nos cambia, que nos transforma en héroes o demonios. Somos un cúmulo de lo que pensamos, lo que hacemos, la gente que queremos, las caídas y éxitos que experimentamos. Leí ayer que nuestra edad es una suma de todos nuestros años, así, si estamos en los treintas, somos el niño de 5 años que trepaba a los árboles, el jovenzuelo adolescente de 14, el joven come-mundos de veintidós, el hombre experimentado de los treintas... y al pasar los años, el hombre sabio de 80 sabe ser todo aquello que fue. Me gustó la imagen, pero me pareció un sueño, porque la vida, tiene su manera sutil y brutal de cambiarnos. Un accidente, una muerte, un gran amor, un viaje, los sueños rotos, la familia que soñamos, la mano pequeñita que atrapa tu dedo con fuerza por primera vez... La guerra, la paz, la lucha, los ideales. El enemigo que se hizo amigo, el amigo que te clavó el cuchillo en la espalda. El sentir de piel a piel de los amantes. El éxtasis, el amor. El perfecto desconocido que salvó tu vida. La amiga de la prima de un ex compañero de trabajo que rescató a tu hijo cuando tú no podías ayudarlo... El doctor que salvó a su paciente, el que se equivocó y le arrebató su vida. La mano que te levantó cuando caíste, el pie que pisaste al levantarte. La vida, te cambia. Y eso jamás es algo malo. Nuestros amores se convierten en hastíos, en odios, en amigos, en amores de nuevo, se acumulan rencores, caricias, cicatrices, kilos, horas, dietas, juego, parrandas, enfermedades, brincos, carcajadas y sueños. El hermano que se va para siempre, dejando el aire irrespirable por segundos. El suicida que no supo matarse y falla hasta en eso, y a su pesar, aprende a vivir.
La mirada es tenue... Sus ojos están cansados. Ya se despide.
Vete abuelo, viviste una buena vida... puedes ya descansar..



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Cuento de Yamile Vaena,