El Extranjero

El porqué del tiempo, queda indefinido cuando somos atemporales y sin dimensión.

Momo

- ¿A dónde vas? - Le preguntó a Casiopea. - Al futuro, a encontrarte...

Los Distorsionadores

Requería, quizás, una pluma feroz y viva. Jugar con lealtades absolutas, insultos prestos, ingenio y viveza en el resultado de su ataque a otros...

El amor y el pacto

El monstruo dormía latente mientras no mirara la luna. Hubo un pacto silencioso de los números. No le dijiste a qué se debía. Era un susurro...

Cómo jugamos en este blog

Las reglas de este juego no pueden ser más simples: queremos seres pensantes, propios, de inteligencia viva que sepan aportarnos su personal punto de vista.

Fragmentos Imaginarios del Alma que Perdí




Me prometi como muchas veces callar. Cerré los ojos y las gotas de agua cayeron juguetonas sobre mí. No eran lágrimas, ni baños de luz, como otras veces, eran letras que me susurraban al oído. Pensamientos difusos.
¿Cómo escribirlos ahora?  No hay papel, ni pluma, ni artilugio tecnológico que me permita escribir en el agua lo que las voces me decían, sin parar.



Recuerdos ajenos de aquellos bosques de embrujo, donde las almas se quebraron y empezaron a crecer ajenas a sus propios pedazos... todo, quizás, empezó allí.

O empezó el día  que te leí por primera vez... no sé decirlo. No podría ponerle nombre. No tiene sentido. Pasó lo que siempre pasa con los trozos de alma que se encuentran, se sienten por primera vez completos, sin heridas ni marcas, ni parches confusos o vacíos diletantes. Se sonríen, se embelesan, se aman, arden en los volcanes, y provocan violentas colisiones en los universos... rara vez la realidad tolera tales pasiones, y esta vez no fue la excepción.



En algún rincón de tu planeta, existían tiempos pasados y una ella. Arraigado más a su historia que a tu futuro, te costó soltarla, pero ella te amaba, y no te dejaría libre sin lucharte. Te conocía bien. Así que usó el arma que sabía sería certera y te arrastraría hacia ella, asi, culpable y con temor a los siempres.
¡Ah...! ¡cómo detesto a los suicidas! Maldito egoísmo supremo.  Manipulación absoluta en grados extremos, aún cuando no lo logran, sacuden a los amados, y ellos, no toleran la idea de ser los que le ponen fin a sus historias.
Ellos, los suicidas, todos, son los enemigos de mi historia. Y ella supo sucederte en ellos, y burlar la muerte, pero el daño estaba hecho. Nos perdimos para siempre.


Quedaste sin sentido por algunas eternidades, y la magia se deshizo. Cedió a la razón: te explicaste mil veces, racionalmente, que la querías, que no tolerarías su muerte, que se merecían otra oportunidad. Bloqueaste cualquier llamado del alma y de otras vidas.  Lloraste sin lágrimas, y sin remordimientos, convencido que "era lo mejor", así, como témpano de hielo, me dijiste adiós para siempre.



No puedo decir que me sorprendió. Lo vi claro desde que te vi angustiado porque ella estaba en el hospital. Era tan fácil adivinar el final de esa historia.

 Ahora en la calma,  me pregunto el porqué en las eras, encontrarse así y disolverse, sólo para saber que existes allí, en un lugar lejano al que nunca llegaré. 

Quizás... siempre fuiste imaginario... y sigo evocando sólo al eco de un recuerdo de otras vidas.

El día que mis demonios ganaron la guerra y nos perdimos



Despierto tras un sueño pesado, poco reparador. Me invade la certeza del desastre que generan mis demonios de nuevo, una vez más. Hasta hace poco creí vislumbrar luz en el futuro cercano, pero mi mente no ha podido sacudir el polvo de las historias pasadas.



La historia se repite. Siempre es lo mismo, entregar, ofrecer, dar, quitar, lastimar, abandonar; el ciclo que hasta el día de hoy me resulta inevitable, dibujado sobre la memoria de cada una de aquellas Diosas que se entregaron al demonio seductor de la vida eterna, tan solo para perder los años en un segundo tras su partida.


La destreza de estas entidades, está en ocultarse tras los verdaderos deseos, en llenar vacíos con su presencia y arrancar un pedazo de corazón, siempre el más bello, el menos terrenal. En ocasiones me han dado la posibilidad de hechizar a diferentes musas a la vez, pero aún no han podido sobrepasar las defensas de mi conciencia, hasta hoy he sido capaz de mostrarles que no soy así, que creo en la entrega única, en la exclusividad de pasiones. No ha sido fácil, la tentación se presenta como el tesoro más brillante, nunca antes visto, sin embargo, la auto represión aún ha podido ganar las batallas.


Ya quisiera yo ser el victimario de mis escenas, pero no es así. Cada una de ellas, que han entrado en mi vida, han formado parte irreemplazable de ese mundo que construyo y a la vez me determina, todas se han llevado un fragmente de mi juventud y el dolor de los sueños dibujados en sus miradas y que ya no se podrán cumplir.

 
Pienso en los momentos de desenfreno, en el calor cicatrizante del contacto, en la irreverencia del deseo mutuo y en las consecuencias fatales que dejan a su paso. Hoy un amigo, que no ha conocido el balance de lo caótico en el pecho, me recomienda desde su aparente sabiduría, escoger el camino que he de recorrer en adelante. Como si eso no fuera lo más obvio de todo lo que ocurre en el mundo, material o subjetivo. 


El problema no está en la decisión que ha de tomarse, sino en la forma en que se perciben las consecuencias bajo la piel, en los rezagos de todo aquello que ya no será más.


De aquí que la única salida que ahora me permito es huir. 

Sí, como un cobarde, como un ser incapaz de mirarle a la cara a sus emociones, como un esclavo del pensamiento que impone como prioridad todo aquello que no se fundamente en lo afectivo. 

Me condena a seguir sólo, porque no puedo pensar si escucho que ella me habla, porque no quiero abrazarla sin saber hasta cuándo la podré sujetar...

No, ella no se merece eso. firmaré entonces de certificado de defunción en sus papeles, y esperaré a que cualquier ninfa que se disponga a amarme logre visualizar la sensatez y corra a refugiarse donde ninguno de mis demonios la encuentre.


                                                                                          Blanktempus