Has atado mis manos. No sé porqué... no quiero.., no puedo moverlas sin que las uses en mi contra...- las palabras se fugan por más que quiero contenerlas. Estoy en el mismo lugar con la misma angustia en el pecho. Lo peor es mirar esa luz indiferente, en silencio, arrobando al corazón mirando las certezas deslizarse por la ventana en un segundo.
Estás en silencio susurrándome que eres un suspiro donde ya nada queda.
Lo hubo todo en un instante, somos y fuimos pero el presente se acaba. Es el único tiempo que existe y yo no acabo de entenderlo. Te fuimos. Te fuimos y fuiste, eras... eres en la piel y el siempre te arroba. Eso no importa. ¡Cómo te extraño! No son las horas, ni los minutos... son los siglos que al reencontrarte, hoy me pesan.
La razón esquiva lo cierto que los sentidos no vieron. Lo viviste en imagen... no importa. es sólo demencia temporal, a título personal, eso pasa... no fue un constructo colectivo. De dos, la imagen se quiebra.
La rebeldía es que no fui sólo el que caminó estos pasos. No... no inventé la vereda, ni la música, ni tus besos. No fue idea mía perderte en mí, no salió de mi mente el deseo de cazarte y colocar tu cabeza como trofeo en el corazón maltrecho que no olvida... y en ese camino que decidimos de dos, ahora me acusas de fuerza y presión. El pecado fue creerte, y aún lo hago, sé porqué haces esto. No me alejes. No toleres mi ausencia...
Ahora... de repente, de ser un dios, me convierto en un piara... de ser paraíso, me vuelvo barrotes... de amor absoluto, me convierto en cenizas. La certeza, al quizás, del somos al "eres" y "dame mi espacio"... en menos de un latido.
La vida es así. Se muere en un segundo. ¿Porqué el amor debería ser diferente?
Otto Van Sart