El viento

El viento está callado hoy. El desierto me apremia. La calma no siempre precede a la tormenta.

El alma duerme.
Las ausencias, 
las tuyas, 
las mías, 
las de las eras equivocadas,
 o los ríos deslavados de lágrimas y expectativas, 
han cansado las alas.


Hoy siento tristeza. 
Tristeza de ti y de mí, 
y de lo que fuimos y no fuimos. 

De lo que seremos, o no, 
de las certezas absurdas.

Tristeza del nosotros sin ti, 
y de lo nuestro sin nosotros.

Te extraño. 

La piel traspasa a veces, 
llantos más profundos. 

A veces el corazón te pena y la melancolía arroba cada centímetro de la piel. 

A veces, no se siente nada...

Las tormentas nos dejan secos. 
La calma nos reverdece,
 y echamos raíces. 

Buscamos apasionarnos en causas cercanas,
 menos románticas: la patria, la literatura,
 la realidad que exige de nosotros la fiera bandera, 
nuestro liderazgo y brillo,
 todos nuestros soles. 

Y estamos y nos somos. 
Soltando lo que fuimos,
Vibrando en otras pasiones,
más cercanas al olvido.

Quizás lloramos sin llorar. 
Y nos olvidamos en cada instante, 
formando parte de nuestras historias, 
de lo que fuimos y ya no más.

Hemos creado en la mente nuestro paraíso perdido imposible,

Imaginado cosas terribles de confesar, 

sólo por permitirnos la idea del quizás... no somos malas personas. 

Pero estamos atrapados, 
y amamos y el amor a veces se cuela demasiado en la realidad y la taladra.
Deseamos imposibles. 

Me susurras dentro de mí, "dame un hijo". 
Y es un arranque solamente.  

Pero la idea se arraiga en el consuelo del alma, 
sabiéndose dulce,
absurda e imposible, 
abrazando al corazón.

Y saberte conmigo, cuidarte, ser parte de ti...  como siempre, en mis sueños.

Como todos los días, despertar...  


Hoy te extraño.