Sí… te amé…

¿Cómo pude vivir cada minuto

sin volver a mirarte?




Sabiendo que tendrías una vida distante,
¡tan distinta a la mía!
¿Cómo pude dejarte
si en el abrazo mío
estaba en ti fundida?



¿Y tú, cómo pudiste

-con qué fuerza inhumana-
dar vuelta la cara
y abandonarme?



Si.
Te quise.
¿Y qué?
También tú me querías.
Te amé.

Te murmuré palabras
que no había conocido.
Estábamos tan cerca
yo de ti
y tú de mí
que sentías en mi piel
igual que yo sentía.

Mirábamos el mundo
yo, en tus ojos,
y tú con los míos.
Y el mundo nos miraba
y sabía que ya no éramos dos.
Y el tiempo sabía
que nuestro amor
no tenía,
ni noche,
ni día.



Y la vida sabía
que mientras uno respirara
el otro viviría.
Y el abismo de sueño sabía
que sus profundidades nos unían.




Me amabas –entonces-
y me lo decías.

¿Por qué tomaste tu imagen de mis ojos,
empacaste tu voz y tus palabras,
levantaste el campamento de mis campos,
despertaste del sueño y del hechizo,
tomaste fuerza de mi desaliento,
resolución y valentía de mi asombro,
y reiniciaste sólo tu jornada?

Si.
Te amé.
¿Y qué?
Dejaste rescoldos de mi amor,
y no te lo llevaste
para que iluminara un poco tu camino.


Te fuiste, sin volver la vista atrás
Sabiendo muy bien que no hay regreso…
Me amaste… Si.

¿Y qué?
Y seguirás amando mi recuerdo
mientras yo aprendo
cómo amar de nuevo.


Mari Mari