Una pequeña mentira


Gil Gamés -leído en La Razón.
 
Gamés se enteró así: era la noche de los manteles largos. En la Sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes se inauguraba “Borges en México: crónica visual y literaria”, testimonios de las tres visitas de Borges a nuestro país: 1973, 1978 y 1981. A partir de la obra de Capistrán del mismo nombre, se presentaba una exhibición de fotografías de Rogelio Cuéllar, Paulina Lavista y Héctor García, dibujos de Felipe Ehrenberg y un libro: Borges y México, coordinado por Capistrán y publicado por Random House Mondadori. Delante de una fotografía mural de Borges empuñando el bastón con la mirada perdida, Rogelio Cuéllar, Cristóbal Pera, María Kodama, viuda de Borges, Miguel Capistrán y Paulina Lavista charlaron ante el público.


Gil notó que el número de años de la muerte de Borges no era redondo: veintiséis, cifra un poco rara para un aniversario luctuoso. Veinticinco, cincuenta, cien, ¿pero veintiséis? El vago azar o las precisas leyes le sugirieron a Gamés un ventarrón. A dónde vaya María Kodama correrán vientos de contrariedad. La señora cuida la memoria de Borges más con odio que con amor. Kodama hojeaba el libro de marras (gran palabra) cuando encontró el texto de Elena Poniatowska y ardió Troya, que dice Gamés Troya, ardieron Islandia, el Imperio Británico, Deutschland. Problemón de los grandes.


La nota de El Universal explica: “Quienes llegaron a la presentación del libro Borges y Méxicocoordinado por Miguel Capistrán, se extrañaron de que los invitados obviaran el contenido del volumen y se hablara sólo de los viajes”. Gamés pensó en presentaciones de libros sin libros, una buena idea en tiempos en los cuales el mercado no reacciona a las iniciativas de los editores.
Gil leyó azorado: “Y es que el libro publicado por Random House Mondadori en su sello de Lumen empezó a ser retirado de las librerías porque contiene un grave error de la escritora Elena Poniatowska que en su texto ‘Un agnóstico que habla con Dios’ reprodujo el poema ‘Instantes’, un apócrifo que se le ha atribuido a Borges”.
La avara suerte le deparó al libro el regreso a las bodegas. Lo convertirán en confeti y se perderá algo de dinero. En el chat que María Kodama sostuvo en su periódico El Universal, la viuda de Borges rompió lanzas y espejos y laberintos borgeanos: “un error verdaderamente imposible de imaginar”.
Gilga sabe que escribir un poema es ensayar una magia menor, el instrumento de esa magia, el lenguaje, es asaz misterioso (¿cómo ven la prosa de Gamés?) y ese misterio le valió gorro a Poniatowska que citó el único poema que no debía citar y lo incluyó en un texto más viejo que Matusalén acompañado de unas cuantas mentiras.
Según ha podido colegir Gamés (gran verbo), Poniatowska entregó para la edición de Random House una versión de una entrevista con Borges del año de 1973 en la cual ella lee para el escritor argentino el poema apócrifo “Instantes” y el poema “Remordimiento”. Kodama replica: “Nunca pudo leerle a Borges estos poemas pues ‘Instantes’ apareció en Internet después de la muerte de Borges y el poema ‘Remordimiento’ me lo dictó Borges tres días después de morir su madre, hecho que ocurrió dos años después de la entrevista que le hizo Poniatowska”.

Total: Elenita le puso algo de crema a sus tacos y fastidió el aniversario luctuoso y la edición y la noche de los manteles largos. ¿Conque mentiritas? Ajá. ¿Conque dándole unos retoques al pasado? Vaya, vaya. La verdad sea dicha, no se puede todo: o se arenga a las masas, o se lee; o se agita desde el estrado al pueblo bondadoso, o se escribe, una demostración borgeana quiere que ambas cosas sean imposibles. ¿Cómo la ven? Sin albur.
Una línea de Borges espetó no sin melancolía dentro del ático: “Sólo podemos dar lo que ya hemos dado. Sólo podemos dar lo que ya es del otro”.
Gil s’en va
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