Tengo

Tengo en el alma un par de navajas, 

unas que cortan el tiempo en grandes pedazos,



tengo un cuarto de negros recuerdos censurados para todos los cuerpos.



Tengo mi alma eterna y etérea, 
 dañada, en duelo, pero que siempre sana en tu manto sagrado. 


Tengo sentimientos que nunca tendrán compasión con la desdicha, 
tengo la luz que ilumina los colores de cualquier ciego.

Tengo fuego en los ojos que abren el dolor del malvado 
y tengo mi canto, 
el mismo que ahoga al viento 
el mismo que quema las horas
el mismo que ofusca el silencio.

Tengo miles de fantasías implementadas a cuenta hilos, 
tengo el perfume de mi cuerpo que te indica el camino. 
Tengo el rocío que roba el aliento.

Tengo en mi sangre un río rojo, el cual murmura palabras a tu oído, 
en el piso de mis sueños, congelado como el frío de Oymyakon.

Tengo el cielo mismo, que me pertenece.
En el alba abriga la vida con su lluvia
Tengo de hogar tu corazón,  que no entre allí,  forastero cautivo con música ajena.

Tengo en idea, en sueño,
tus labios rojos al abrirse, transformando ideas en sonidos, 
caricias en deseos, distancia en unión. 
Tus ojos son la lupa a tu alma, en la cual, adyacente, se encuentra la mía.

 Mis pasos son solemnes sobre las brasas de lo incierto del infierno como una posible inclusión.

Tengo, son... están en la mesa, miles de ideas esparcidas entre neuronas acicaladas como agua de mar,  
miles de peces mezclan la lluvia con azúcar para ionizar las olas, 
con las que interactúan hasta llegar a este final.


Javier