El día que el mundo terminó.

A veces, los sonidos son extraños. Nos miran. Susurran ideas.



En un intento de magnetizar las almas, ángeles y demonios bailan danzas incomprensibles. Aman odiando, se esconden, se engatuzan, se detestan, se lamen. El ángel se viste de lujuria, el diablo se cubre de pureza y bailan con la vida y la muerte como si eso valiera de algo.




A veces, en silencio, se susurran verdades. Sueño que se transforma en sonrisas efímeras. Pequeños silencios acurrucados en espacios donde las llamaradas han dejado de vibrar. El tiempo que no existe se cuela por la ventana. Los amantes lo ignoran, inseguros. No existe calendario o reloj que los marque perfectos, en su inútil devaneo amoroso.


La incoherencia es absoluta. Le mira como alguna vez miraron rostros antiguos. Las fortalezas se resquebrajan ante la evidencia. Toda la situación es sólo un susurro, y de sólo un soplido puede provocarse la absoluta desolación.


Sabes que han sabido desgastarse las palabras. Llegaron a buen término. En su cese al fuego, se quedaron los silencios, los sueños, las quimeras, las pesadillas... te has rendido, el amado enemigo también sabe que en esta guerra es más lo perdido que lo que alguna vez pueda ganarse... esa es la peor sensación de derrota que existe.


 Y la vibramos todos:
Es más lo que se pierde al dejar de luchar...
pero nada queda ya que se salve...


Siempre regresan al mismo lugar;  esta vez, en un universo colapsado, ya no queda mucho por hacer.


Es entonces cuando ángeles y demonios pierden soltura. En la intensidad se desquebrajan. Se citan lejos, en alguna dimensión donde ni él ni ella son demoníacos ni angelicales, pero danzarán el tango entre lo azul y lo prohibido, azorando mundos y destellando soles.  Son sólo humanos, con olores y sabores burdos, como todos ellos. Humanos deseosos de inventar un paraíso que ya no existe.
La lluvia insiste en  rebatirle a  la luna sus secretos y la noche gime de olores prohibidos.


En rebeldía absoluta los observas. los dejas, los sueltas.  Los ves retozar. Del asombro a la ira, de la ira al hastío, al asco, a la abominación y rayando casi la miseria, llega, imperceptible, el deseo, la envidia, la nostalgia, y el alma en duelo por el amor perdido, que en ellos, en esas imágenes imperfectas y humanas, los ángeles y demonios les arrebataron por siempre... una lágrima recorre tu rostro... es entonces, cuando jalas el gatillo.




                                                                          ... atemporalmente... El Extranjero.


Oleos de: Mauricio Foubert