¡Uy, ora si le tocó irse a pie, joven!

Escuchaba a Jorge hablar.
Tiene una sonrisa cautivadora, apenas dijo un par de palabras, lo supe.
Yo no tenía ninguna expectativa. Su nombre no me decía nada. No tenía idea de lo que vería, no tenía idea de lo que sentiría.



Entró al escenario y lo llenó. Un hombre de un talante amable, con un aire desenfadado, proyectando un bienestar consigo mismo lejos de poses y apariencias. Es un hombre feliz, sin lugar a dudas, transmite mucha paz.
No tiene falsos entusiasmos, no se ve nervioso, platica con nosotros como si estuviera ante una cerveza con un amigo, no bajo la mirada de los reflectores y miles de personas atentas a sus palabras.
Jorge vino a platicarnos, no de éxito, no de enseñanzas de vida, no vino a motivarnos, ni a pretender educarnos en nada.
Sus primeras frases incluían la amenaza: hoy quiero servirles de espejo, para que tomen de mis palabras, lo que les sirva. Es mejor viajar ligero.
Jorge entonces, me habla directo, en mi idioma, sólo a mí, al oído.  Seguro es la sensación de las otras miles de personas del lugar. Me habla directamente a mí, con poesía e irreverencia, cita a Ortega y Gasset, a Goethe, nos arranca la carcajada al decirnos que el buki tiene una sabiduría milenaria... y cita esa frase:
"No hay  nada más difícil vivir sin ti...", Jorge tuvo que aprender a vivir sin  él mismo... y cuando eso sucedió,  su realidad era la "neta buki" "la gente pasa y pasa siempre tan igual, el ritmo de la vida, me parece mal"...

Pude balbucearle a mi amiga, sin aliento:
-Lo amo. Amo a este hombre. Es un ser evolucionado. ¡Es tan evidente!

Entonces Jorge contó su historia. Nos explicó que su vida por herencia era el esquí acuático, nos narró los premios y medallas de su padre antes que él, nos platicó como a los 11 años ya era él el que participaba en eventos nacionales. Participó en las olimpiadas en 2 ocasiones. Nos mostró videos de las piruetas que debían hacer, los dibujos en el aire que evalúan el desempeño de estos atletas. Era grande. Era grande en lo que más amaba. Eran horas de entrenamiento por 40 segundos de piruetas que los jueces evaluaban. Tenía 19 años, estaba comenzando a estudiar medicina, era joven, guapo, fuerte, sano, inteligente y entonces... ocurrió.

Jorge estaba jugando en el agua, mientras esquiaba y sin darse cuenta se acercó demasiado a la orilla. Se impactó en la orilla del lago quebrándose una vertebra del cuello.  De manera instantánea su cuerpo quedó paralizado de los brazos para abajo. Una intervención oportuna a un par de horas del accidente le permitió recuperar la movilidad de sus brazos y el movimiento de su mano izquierda.
Nos habló, no de las personas extraordinarias que han hecho de él quien es hoy, sino de lo extraordinario de las personas.

"Yo no lo sabía entonces, pero cuando te rompes, también rompes a los que te aman, y a veces ellos se rompen más que tú. Además de tener que vivir con la realidad de que te partiste el hocico, necesitas aceptar que  a ellos, les rompiste el corazón. Si... no es tan fácil vivir con eso y perdonarte.."

Nos contó lo evidente, que nosotros, enteros y movibles, no podemos ni empezar a imaginar.
"Tuve que aprender a escribir de nuevo, a vestirme... hagan la prueba, intenten vestirse acostado, y con los brazos, cargar sus piernas. Descubriráns que pesan mucho..."

"... el hospital es una pesadilla, pero lo peor vino después, porque las pesadillas son sólo sueños, de ellas, despiertas. Al salir del hospital, te topas con la realidad. "





Jorge nos platicó su historia de una manera... indescriptible, nos hizo llorar, y nos tenía atacados de la risa a carcajada limpia.  Nos hizo vibrar, claro. El -¿de qué me quejo?-  fue el pensamiento colectivo, pero lo más increíble, no había duelo, enojo o frustración en sus palabras, era más bien una sabiduría, una paz, un amor y agradecimiento infinito por la vida.

"Una vez me paró el transito en el DF, y me dijo: ¡Uy, joven, ora sí se va a ir a pie! Pensé lo mismo que ustedes: ¡Hágamela buena poli!  Como podrán ver, el agente de tránsito no era el mesias, porque sigo en silla de ruedas. Cuando se dio cuenta de mi condición se deshacía en disculpas y me dejó ir. Lo cual estuvo muy mal. Ningún reglamento de tránsito dice que debes dejar ir a alguien que no ha pagado la tenencia o la verificación porque usa silla de ruedas. Tengan cuidado, es muy fácil que alguien en mi condición se vuelva un terrorista emocional y chantajear a todos provocando lástima. Eso no está bien. Aunque no pagar la multa, lo reconozco, no me cayó nada mal..."

Nos hizo desternillarnos de la risa. Usó poesía, burla, juego, intensidad, libertad.
¿Cómo puede hacer algo así? Tenerte llorando y botado de la risa a la vez, embelesado por la poesía y profundidad de sus frases.
Mucha luz. Genial. Pensé en la vida tan plena que lleva Jorge. La luz que transmite. Pensé lo bendecido que él fue al estar rodeado de tanto amor, el saber tomar de la vida, y aceptar: reìr con ella, vivirlo en serio, con sentido del humor ante su accidente. Jorge es mucho más feliz que la mayoría de las personas que conozco, y lo transmite.

http://www.youtube.com/watch?v=DCa7FzSie6Y




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Jorge está casado con una mujer extraordinaria, (a la que comprendo perfecto, ¿cómo no amar a este ser?) Tiene un hijo pequeño, nos habló de él y de ese niño que renace en él cada vez que lo mira. Terminó su intevención, pasándonos un video. Es él, sentado, esquiando, haciendo piruetas en el agua, al lado de Pablito, su hijo.

"Yo le quiero dejar la certeza de que este país no solo son balazos y estupideces, que hay personas que con la revolución silenciosa de su convicción y  de su trabajo permanente, estan construyendo un país que esté a la altura de la dignidad de mi Pablito y de millones de niños de este país."


Sigan quejándose ustedes.

Personas como Jorge Font se merecen que cambiemos el mundo.

http://www.youtube.com/watch?v=teXNFDh5tIs&feature=related


http://www.jorgefont.com/

Alyne.